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RELATO DE UN ABOGADO


Confundo a los abogados con las pelotas de goma. Eso escuché decir a un hombre ebrio en un bar que está muy cerca del Palacio de Justicia de Caracas, donde funcionan los tribunales penales de la ciudad, y que se encuentra entre las esquinas de Santa Teresa a Cruz Verde, muy cerca del casco histórico. No entendía muy bien a qué se refería aquel hombre, era noche de viernes, quincena, y por la forma en que balbuceaba era evidente que tenía varias horas bebiendo. Aquel comentario hubiera pasado totalmente desapercibido de no ser porque yo mismo soy uno de esos abogados a los que él confunde con las pelotas de goma.
Mi abuelo y mi padre fueron buenos abogados, recuerdo con mucha claridad a mi padre sacando de la cárcel a un tío que fue detenido por orinar en la vía pública. A pesar de lo sencillo y rutinario de aquella gestión, desde ese momento mi padre se convirtió en un héroe para mí, y desde ese día supe que dedicaría el resto de mi vida a lograr la libertad de hombres injustamente detenidos y el restablecimiento de los derechos de aquellos que vieran los suyos arbitrariamente vulnerados.
Con ese objetivo cursé los estudios universitarios y logré obtener mi título y la licencia que me acredita para ejercer la misma profesión que mi abuelo y mi padre. Para mí era obvio que la abogacía era una profesión importante para la sociedad, quienes ejercemos esta actividad estamos al servicio de la justicia.
Todas estas ideas daban vueltas en mi cabeza, mientras bebía mi propia cerveza, y miraba fijamente a aquel hombre que osaba comparar a letrados con pelotas de goma, un objeto pequeño, redondo y que solo rebota, tan insignificante para el mundo que en ningún libro debe siquiera estar reseñado quien fuera su inventor, un objeto que se usa y se desecha, que solo sirve en la medida en que es golpeado o azotado para el relajo y diversión de quienes la usan transitoriamente, un objeto absolutamente pueril.
¿Cómo alguien podría confundir abogados con pelotas de goma?, acaso aquel hombre pudo haber sido víctima de algún abogado inescrupuloso, podría aquel pobre miserable haber perdido sus bienes, o incluso algún familiar haber perdido la libertad por la actuación negligente de algún colega. Esto era posible, terribles historias se cuentan sobre hombres que mercantilizan la profesión y trafican con los intereses de sus clientes, pero, aunque ello fuera así, pensé que nada autorizaba a este infeliz para realizar una comparación de ese tipo, generalizando y responsabilizando a personas respetables y honorables por la mala práctica de una minoría.
En aquel momento pensé que si todos realizáramos estas absurdas generalizaciones tendríamos que culpar a todos los policías por aquellos que aprovechan el poder que les da su arma de reglamento para beneficio propio, o a todos los presidentes por aquellos pocos que oprimen a su pueblo, o a todos los maestros de escuela por aquellos pocos que se comen el almuerzo de sus estudiantes.
Luego de muchas horas en aquel bar, luego de pensar en tantas explicaciones, luego de tantas miradas cruzadas con aquel pobre ebrio, llegue a la conclusión de que nadie que ofendiera de tal manera la majestad de la justicia podría tener derecho a caminar impunemente. En aquel momento pude ver, con la claridad que las cervezas me permitían, que ese despreciable ser humano salía caminando del bar.
Eran las tres de la mañana y lo vi doblar en la esquina rumbo a un callejón, como pude lo seguí, con algo de distancia para evitar que me viera, apresuré el paso para darle alcance y cuando estuve lo suficientemente cerca para increparlo, aquel hombre había  desaparecido, simplemente ya no estaba, y me encontré caminando solo por aquella desolada avenida.
Desde aquel momento ya no fui más abogado, aquel acontecimiento me cambio, me afectó de tal manera que no podía pararme frente a un tribunal, no podía redactar una demanda, ya no podía ni siquiera pasar frente al Palacio de Justicia…
En lo único en lo que podía pensar era que ahora confundo a los abogados con las pelotas de goma.
 Rosnell V. Carrasco Baptista
@vlarose23

Fuente: SITELOCUENTO